Una magnífica gira por China



Llegó un merecido paréntesis en el difícil estudio del idioma cantonés y el P. Jojo dispuso de unos días de descanso. Los aprovechó para visitar el lugar donde muriera San Francisco Javier, en la isla de San Cian y luego ha visitado Huangshan, tan querido para nosotros pues allí trabajaron durante 30 años los Calretianos que nos precedieron.

Sobre Francisco Javier – todos conocemos su historia. Baste recordar que su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero allá estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 70 kilómetros de Macau. Esta isla era el lugar de encuentro entre los mercaderes chinos y portugueses, y allí lo dejaron abandonado. Permanecen a la espera de la llegada de un barco chino que debe de introducirles, clandestinamente, en el continente, pero el 3 de diciembre de 1552 muere Francisco Javier cuando contaba 46 años de edad.

Nos cuenta el P. Jojo que de camino en peregrinación a la isla, pararon en una parroquia de Jiangmen, a mitad de camino. Él nos cuenta su experiencia:

En estas semanas pasadas visité algunos lugares que me hicieron sentir muy orgulloso y feliz de poder conocer a esta gente. Tienen una vida muy sencilla y un corazón inmenso y por eso me he sentido tan a gusto con ellos.

En Jiangmen, de camino a la isla donde murió San Francisco Javier, nos encontramos con el P. Leong. Nos hizo conocer su inmensa parroquia. Estando con nosotros recibió un llamado de un enfermo que quería recibir el sacramento de la Unción. Lo acompañamos. Fueron 3 horas de camino. La familia y los amigos del anciano se pusieron muy contentos al vernos llegar. Se trataba de una familia muy pobre. Un detalle que me llegó al alma: la esposa del enfermo me ofreció 5 Yuenes (menos de 1 dólar). Lo tuve que aceptar y recordé el pasaje evangélico de la viuda pobre que ofreció dos monedas… lo que necesitaba para vivir. La ofrenda de esta anciana es el regalo más grande que he recibido en mi vida.

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En otra ocasión pude volver a visitar la antigua misión de los Claretianos en China en Huangshan. Allí encontré nuevamente al anciano Nicolás, un católico ferviente que llegó a conocer y trabajar con nuestros antiguos misioneros. Su esposa estaba enferma en el hospital. Ellos viven muy pobremente en una pequeña y vieja casita. Viendo esta situación mi acompañante le ofreció un poco de dinero. Nicolás lo rehusó y le dijo que mejor diera ese dinero para las víctimas del terremoto en Sichuan que estaban sufriendo y que necesitaban de nuestra ayuda y de nuestra oración. ¡Ahí está otro ejemplo de encarnación del Evangelio!

Estas dos experiencias de estos católicos chinos me ayudaron a comprender la riqueza espiritual y cultural de esta hermosa gente.