Kiko, el novicio misionero de China

El mes pasado les compartimos la triste noticia del accidente de nuestro joven misionero chino. Nos dejó en la flor de su vida. En este mes de Septiembre hubiera terminado su noviciado en España y hecho su primera profesión.

Kiko  - Francisco (a quien llamábamos CJ en China) tuvo una vida excepcional, diferente, con experiencias muy fuertes. Por los testimonios que recibimos vemos que ha tocado la vida de grandes y chicos, y gente de diferentes culturas. Ha vivido intensamente sus 27 años. Por eso, desde este mes, comenzaremos a contarte rasgos de su vida, un capítulo por ves.

El Hermano Sid Ching fue su formador y ha comenzado a escribir las aventuras y desventuras de Kiko  Hoy te compartimos el primer capítulo.

La primera nieve

La primera vez que lo vi fue a primeros del mes octubre de 2007. Estaba sentado en un banco por delante de mí en la capilla del seminario. Lo que me llamó la atención fue su pelo cortado en punta como el de los dibujos japoneses Bola de Dragón Z, lo que le hacía resaltar sobre los otros seminaristas chinos que tenían una presencia más seria y conservadora. Con su chaqueta blanca, lucía un aire de seguridad de alguien versado en los asuntos del mundo. Lejos de imaginarme que ese mocoso sería parte de mi vida en los próximos seis años. Se llamaba Francisco.

Me era difícil recordar los apellidos chinos de mis estudiantes, por tanto recurrí a llamarlos por su nombre Cristiano. Pero muchos eran ‘Juan’, ‘Pedro’ y ‘Pablo.’ No era cuestión de llamar a mis estudiantes Pedro 1, Pedro 2, o José 3, o Juan 8. Solo podía haber un Juan, un Pedro, un José, de modo que los que tenían nombre repetido tuvieron que echar a suertes el nombre de alguno de mis compañeros claretianos. Así Juan 2 se llamó Esteban, Juan 3 paso a llamarse Ángel, Juan 4 se llamó Víctor…. Pero solo había dos Franciscos: Francisco Javier, y nuestro Francisco  llamado así por Francisco de Asís. Fue fácil distinguir a los dos – Francisco Javier se convirtió en Javier y muy pronto solamente FJ, y Francisco por el de Asís mantuvo su nombre de bautismo—Fangjige en chino.

A diferencia de sus compañeros que habían entrado en el seminario menor, ya sea antes o después de la secundaria, él había estudiado en la universidad antes de entrar. Francisco, fue pues, uno de los pocos estudiantes que tuvo el coraje de hablar en inglés en clase. Un día, mientras corregía sus composiciones diarias de 50 palabras, no pude menos que reír. El tema que les había dado era cómo estudiar inglés, y Francisco escribió al final de su corta composición: “Good good study, day day up!” (“¡Bien bien estudiar, día día arriba!”).

Todos rieron cuando leí su composición en clase. Le pregunté qué quería decir y sus compañeros me explicaron que veían todos los días ese lema en sus clases cuando estudiaban en la escuela primaria: 好好学习,天天向上 (“Hǎo hào xuéxí, tiāntiān xiàngshàng,” que significa “Estudia mucho, y avanza día a día”). Todos conocían ese refrán, y parecía que todos estaban dispuestos a utilizar la traducción literal en ‘chinglish’, aunque sabían que no era lo correcto, pero solo Francisco tuvo el coraje de escribirlo. Desde ese día le llamaba “Bien bien estudiar, día día arriba”, cada vez que me lo encontraba.

Este saludo “Bien bien estudiar, día día arriba” le abrió el camino para venir a hablar conmigo, a veces para preguntarme algo sobre la gramática inglesa, otras veces solo para hablar y practicar el inglés. Una noche, después de la cena, apareció en mi habitación con una taza de fideos instantáneos y me pidió un poco de agua caliente para sus fideos. Tenía hambre. Le pregunté por qué si recién acabábamos de cenar; me dijo que había comido poco porque habían servido cerdo. No podía comer carne de cerdo pues si lo hacía, le entraban nauseas, y a veces, hasta vomitaba. Según me contó, en su familia, a excepción de su padre al que le gustaba la carne de cerdo, a todos los demás—su madre, hermanas y hermano menor—tenían la misma reacción al comer carne de cerdo. Podía comer carne de vaca, pollo o pescado, y no le gustaba la carne de cordero por el olor. Le gustaban los vegetales y los fideos más que otras cosas. Desde entonces guardaba en mi habitación tazas de fideos instantáneos para cualquier seminarista hambriento que llegara.

Vi en la lista de mis estudiantes que su cumpleaños era el 11 de octubre, y ese día le llamé y le pedí que viniera a verme. Le felicité por su cumpleaños y le preparé dos tazas de fideos instantáneos para celebrar su 21 cumpleaños. Yo no tomo fideos instantáneos pero ese día hice una excepción y celebramos su cumpleaños. Me explicó que en realidad su cumpleaños era el 25 de septiembre, pero algo pasó cuando le fueron a registrar y así el 11 de octubre pasó a ser el día de su cumpleaños. Le dije que tener dos días de cumpleaños era algo bueno, así podía tener doble celebración cada año. Después de comer me dijo, “Estaban deliciosos”!

Nací en una familia católica, y creo que Dios ha puesto un ángel guardián para que me siga durante mi vida. Creo que cuando iba a nacer, los ángeles estaban muy contentos porque una nueva vida nacía. Cantaban y bailaban mientras llegaban a mi casa para celebrar mi nacimiento el 25 de septiembre de 1986. En ese día, yo estaba muy feliz porque mi padre y mi madre me querían como el primogénito. Los ángeles también estaban alegres y también me amaban.
  • Ñ Composición de clase, 3 de diciembre 2007
Tenía 32 estudiantes, pero muchos no tenían interés en aprender inglés. Le pedí al encargado que pusiera inglés como materia opcional; éste pidió a los estudiantes que eligieran entre inglés y alemán y la mayoría optó por el alemán, ignorando que era más difícil que el inglés. Me quedé con seis estudiantes, que fueron los que optaron por seguir estudiando inglés—Francisco fue uno de ellos. Comencé mi clase con estos seis estudiantes el 3 de Diciembre de 2007 y les pedí que escribieran diariamente una composición de 100 palabras con temas candentes hasta el 22 de diciembre, que marcaba el principio de las vacaciones de Navidad.
El 10 de diciembre les di el siguiente tema para su composición: “Mi Primera Novia”. Los compañeros de Francisco escribieron lo que se espera de un seminarista—que no habían tenido novia, o cómo amaban a su madre o a la Virgen María, pero lo que escribió Francisco fue muy distinto y hasta dramático:
Hoy está nevando, y esto me hace recordar a mi primera amiga porque ella se convirtió en mi primera novia en un día de nieve. Recuerdo que la había escrito: “¿Quieres ser mi amiga especial?” Su respuesta fue “Seré tu amiga especial el día en que nieve”.

Tres meses más tarde, llegó la nieve y con ella se hizo realidad mi sueño. ¡Qué feliz me sentí! Ella fue mi primer amor.

Me ayudó mucho en mis estudios y me devolvía la alegría cuando estaba triste; y siempre me traía mi comida favorita; yo la amé y ella me amó también. Con su ayuda comencé a estudiar más y a jugar menos. También fue ella la que hizo que me gustara el inglés, ya que a mí antes no me gustaba. Ella me cambió.

Aunque la tuve que dejar, aun la extraño, especialmente en un día de nieve como hoy porque ella fue mi primer amor. Nunca la olvidaré. Gracias, Sid, por haberme dado este tema tan bueno y haberme hecho recordar tan dulce recuerdo.

Lo leía pensando que era un guión sacado directamente de una serie coreana de televisión. Pero había más melodrama guardado para mí. Mientras corregía su composición junto con él, le pregunté por la chica sobre la cual había escrito y él me contó su historia de amor. Él y ella se habían puesto de acuerdo para ir a estudiar a la misma universidad cuando acabaran la secundaria. Francisco lo hizo y se inscribió en arquitectura en la universidad prevista en septiembre 2006, pero su amiga nunca llegó. Tras unos días recibió la noticia de que su amiga había fallecido de leucemia. Y por eso, la primera nevada de cada año le recordaba su amor y su pérdida, su alegría y su pesar, de la chica que había amado y perdido.

Pensé estar escuchando la historia de una película o de una novela romántica, pero era la historia de la única chica que él había amado lo que le movió a pensar sobre la vida y lo que significaba para él. Decidió dejar la universidad y regresar a casa. Visitaba la iglesia con frecuencia y con la ayuda y acompañamiento del párroco, se inscribió en el seminario menor de la diócesis.

Recuerdo bien cuando entré al seminario. Fui el primero en llegar, estaba solo en un dormitorio grande, así que me arrepentí de haber ido porque no había nadie con quien hablar y el ambiente era demasiado tranquilo. Esa misma noche quise regresar. Pensando en ello no pude dormir. ¿ Por qué había venido a este lugar tan pobre? Y todos los días tendría que levantarme muy temprano! En ese momento no lo podía aceptar. Pasado un tiempo, pensé que debía quedarme pues esa había sido mi opción y porque quería experimentar la vida en el seminario.

Al día siguiente llegaron otros seminaristas. Tuve una charla muy interesante con ellos, principalmente sobre porqué queríamos ser seminaristas. Quizás fue por eso que decidí quedarme, o quizás porque mi corazón se apaciguó y vi que debía quedarme. Allí permanecí un año y fui muy feliz, como si hubiera olvidado muchas cosas y mi vida era ahora muy simple.
— La historia de mi vocación, 10 de junio 2009
Esta es la primera foto que me sacaron y fue tomada cuando entré al seminario. Quise sentarme bajo los brazos de María con ella a mi espalda. Me había puesto bajo la protección de la Madre de Dios.
— Diario personal, 17 de agosto 2009